Te recomendamos que previamente hayas leído nuestro articulo “Cómo juzgar las palabras proféticas”
Es fácil juzgar erróneamente una palabra profética creyendo que es algo relacionado con nuestras circunstancias inmediatas o algo que deseamos en nuestro corazón y esperamos que suceda, eso se llama “escucha selectiva”, en pocas palabras solo escuchamos lo que queremos escuchar.
Un ejemplo de estos malos entendidos lo encontramos en el libro de Mateo. Los discípulos habían sido negligentes en no traer pan. Cuando Jesús les dijo: “Tengan cuidado; eviten la levadura de los fariseos y de los saduceos.” Los discípulos pensaron que Jesús los estaba regañando porque se olvidaron de traer pan. ¿Cómo ellos tomaron esas palabras? Ellos tomaron la Palabra de Jesús y la interpretaron según las circunstancias naturales de su propia vida, mal interpretando la intención original.
6 —Tengan cuidado —les advirtió Jesús—; eviten la levadura de los fariseos y de los saduceos.
7 Ellos comentaban entre sí: «Lo dice porque no trajimos pan». 8 Al darse cuenta de esto, Jesús les recriminó:
—Hombres de poca fe, ¿por qué están hablando de que no tienen pan? 9 ¿Todavía no entienden? ¿No recuerdan los cinco panes para los cinco mil, y el número de canastas que recogieron? 10 ¿Ni los siete panes para los cuatro mil, y el número de cestas que recogieron? 11 ¿Cómo es que no entienden que no hablaba yo del pan, sino de tener cuidado de la levadura de fariseos y saduceos?
12 Entonces comprendieron que no les decía que se cuidaran de la levadura del pan, sino de la enseñanza de los fariseos y de los saduceos.
Mateo 16:6-12 (NVI)
Mirando al corazón de Dios
En el libro de Éxodo, Dios le dice a Moisés que El va a matar al pueblo que saco del desierto porque ellos eran obstinados y malvados. Moisés debate con el Dios recordándole que ellos son el pueblo de Dios quién los saco de Egipto. Después de esta larga discusión, Dios cambia Su pensamiento, no los mata y lidera al pueblo hasta la tierra prometida. ¿Por qué Dios profetizaría a Moisés algo que EL realmente no quiere que suceda? La razón es porque algunas veces cuando Dios nos habla esta probando nuestro corazón más que determinando nuestro destino. Dios estaba determinando si Moisés tenía el corazón necesario para dirigir a su pueblo.
9 »Ya me he dado cuenta de que este es un pueblo terco —añadió el Señor, dirigiéndose a Moisés—. 10 Tú no te metas. Yo voy a descargar mi ira sobre ellos, y los voy a destruir. Pero de ti haré una gran nación».
11 Moisés intentó apaciguar al Señor su Dios, y le suplicó:
—Señor, ¿por qué ha de encenderse tu ira contra este pueblo tuyo, que sacaste de Egipto con gran poder y con mano poderosa? 12 ¿Por qué dar pie a que los egipcios digan que nos sacaste de su país con la intención de matarnos en las montañas y borrarnos de la faz de la tierra? ¡Calma ya tu enojo! ¡Aplácate y no traigas sobre tu pueblo esa desgracia! 13 Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac e Israel. Tú mismo les juraste que harías a sus descendientes tan numerosos como las estrellas del cielo; ¡tú les prometiste que a sus descendientes les darías toda esta tierra como su herencia eterna!
14 Entonces el Señor se calmó y desistió de hacerle a su pueblo el daño que le había sentenciado.
Éxodo 32:9-14 (NVI)
La Iglesia a tenido a menudo una perspectiva unidimensional sobre la profecía. Pero Dios nos esta llamando a una relación intima con EL. Esto nos llevara dentro de una nueva forma de juzgar el ministerio profético.
Aquí hay otro ejemplo de una ministración profética que fue recibida de una manera inusual. Refiriéndonos nuevamente al profeta Ágabo, el profetizó sobre el apóstol Pablo que si él viajaba a Jerusalén el seria atado y arrestado. Pablo no pensó que esa palabra profética significara que Dios no deseaba que él fuera, sino que Dios estaba diciéndole cual seria el precio de esa decisión. Esto enfatiza en la necesidad de mirar dentro del corazón de Dios para verdaderamente entender que es lo que Él quiere en lugar de solo creer saber lo que parece que Él esta diciendo.
10 Llevábamos allí varios días cuando bajó de Judea un profeta llamado Ágabo. 11 Este vino a vernos y, tomando el cinturón de Pablo, se ató con él de pies y manos, y dijo:
—Así dice el Espíritu Santo: “De esta manera atarán los judíos de Jerusalén al dueño de este cinturón, y lo entregarán en manos de los gentiles”.
12 Al oír esto, nosotros y los de aquel lugar le rogamos a Pablo que no subiera a Jerusalén.
13 —¿Por qué lloran? ¡Me parten el alma! —respondió Pablo—. Por el nombre del Señor Jesús estoy dispuesto no solo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén.
Hechos 21:10-13 (NVI)